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“The Climb” es la crónica del ascenso físico y emocional que experimentan los personajes en un episodio que parece contagiarse metafóricamente de su título y manifiesta un aumento progresivo de la tensión dramática hasta llegar a una evocadora conclusión.

Robb Stark recibe a dos de los herederos de Lord Walder Frey para restablecer una alianza que, ante el panorama actual, es la única a su alcance. Los valores de lealtad familiar vuelven a salir a la palestra y así será como Edmure Tully, heredero de Aguasdulces, aceptará casarse con una de las hijas de Lord Frey. La fidelidad a la cruzada que lidera su sobrino responde a un compromiso eterno e inalterable. Esta línea argumental nos traslada hacia acontecimientos de gran relevancia… ¿alguien está dispuesto a perdérselo?

Roose Bolton, banderizo de Robb y soberano actual de Harrenhal, decide liberar a Jaime Lannister con un mensaje muy explícito. Tywin Lannister deberá saber que la irrecuperable pérdida con la que el hijo pródigo regresará a Desembarco del Rey, no ha sido responsabilidad suya. Es innegable que Bolton también sabe jugar sus bazas y no le falta intuición para saber que, actualmente, los vientos favorecen a los leones por encima de los lobos. En un escenario como éste, conviene mantener una actitud abierta. Las lealtades son para las familias, las casas de segundo nivel siempre han gozado de un mayor “margen de maniobra”.

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Las confesiones continúan hallando su espacio en la serie. En esta ocasión, escuchamos la historia de Thoros de Myr. En otro tiempo, Thoros fue sacerdote de R’hllor, y se le envió a Poniente para conseguir la conversión del Rey Aerys Targaryen al culto del Dios de la Luz. Su fracaso le convirtió en un disoluto, capaz de asaltar y vaciar todas las tabernas de Desembarco del Rey para entregarse a las más bajas pasiones. Su fenomenal habilidad en combate le granjeó un puesto en los diferentes torneos que se fueron organizando y así conoció al que se convertiría en su gran aliado: Beric Dondarrion. La primera de las muertes de Beric, empalado por la lanza de Ser Gregor Clegane “La Montaña”, provocó que Thoros recitara, por primera vez en mucho tiempo, una de las oraciones del culto de R’hllor. Y allí, en ese mismo instante, Thoros descubrió la magnificencia de su Dios cuando Beric resucitó ante sus ojos. Esa magia que él se había negado, tras haber perdido toda la confianza en sí mismo, marcó un punto de inflexión en su vida. Inició, entonces, un periplo por las tierras de Poniente, convirtiéndose en un mercenario sanador. Curiosa combinación en unos tiempos tan convulsos.

Lady Olenna Tyrell y el todopoderoso Tywin Lannister negocian los últimos términos de la alianza entre sus familias. La propuesta de matrimonio para Cersei y Loras no agrada a Olenna pero Tywin la ilumina sobre cuales podrían ser las consecuencias de no realizarse esa unión. Dos serpientes se enfrentan a ambos lados de la mesa y resulta curioso comprobar como las argucias de la abuela Tyrell no hacen variar un milímetro la posición del patriarca Lannister. Tywin es contundente a la hora de negar que nunca tuvo “desviación sexual” alguna en su juventud. Sacar el incesto entre hermanos tampoco le hará temblar. Su excelsa frialdad le otorga capacidad para superar cualquier escollo. Su discurso no varía un milímetro y así es como le ofrece la posibilidad de acallar los rumores de homosexualidad de Loras casándole con Cersei. Ambos son el hombre y la mujer más bellas de los Siete Reinos.

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No existe mejor enlace para el heredero de Altojardín, a no ser que prefiera ser nombrado miembro de la Guardia Real, un compromiso que llevaría adjunta la imposibilidad de traer descendencia a la casa Tyrell. Olenna es un hueso duro y rinde su posición con dificultad pero su salida de la situación está a la altura de la enorme prestancia que la distingue.

Petyr Baelish “el Meñique” dispone una clase magistral en la que ilustra al Consejero de los Rumores, Lord Varys, acerca de cómo su red de espías sigue siendo la mejor en Desembarco del Rey. No sólo ha descubierto las intrigas entre el orondo eunuco y Ros, la prostituta, sino que, además, la ha entregado para que sea objeto de diversión por parte del pérfido Rey Joffrey. Una escena de diálogo memorable que empieza desmitificando la leyenda que se cuenta acerca del Trono de Hierro y termina con un soliloquio del Meñique que, en montaje paralelo con lo que está ocurriendo en el Muro, nos instruye sobre lo que distingue a los que ascienden o a los que caen en las preferencias de la corte.

Y Jon Snow escala, tras serios inconvenientes, el Muro. Tras salvarle la vida a Ygritte le muestra a la salvaje las tierras que nunca ha conocido. Un apoteósico final que nos coloca ante un momento de máxima tensión. Sabemos que el compromiso de Jon con la Guardia de la Noche sigue siendo muy sólido. Sólo falta saber cuando decidirá dar el paso y dejar atrás a los salvajes, afrontando las consecuencias que eso conlleve.